Nací
allá por el año 1963 en un sencillo y bonito pueblo llamado Coín, enclavado en
el Valle del Guadalhorce, comarca de huertas y naranjos cuyos azahares perfuman
el aire en primavera, a no muchos kilómetros de Málaga capital, ciudad en la
que resido desde apenas terminada mi adolescencia; soy, pues, andaluza y
española.
Ya
en los primeros años de colegio, recuerdo que me atraía la posibilidad de saber
utilizar el lenguaje de manera correcta y creo que intuía, en lo que mi escasa
madurez me podía permitir, el poder que las palabras alcanzan en la
comunicación con los demás, permitiendo el entendimiento y la buena educación. A
los diez u once años escribí varios cuentos que fueron premiados en algunos
concursos del colegio y con doce me atreví a escribir algún poemita, pero fue a
los trece cuando, como muchos adolescentes, me lancé de lleno a componer
versos. Fue Bécquer (tal vez sea casi un tópico mencionarlo), unos escuetos poemas
de las Rimas de Bécquer, quien, desde la distancia del tiempo y del contexto
que median entre él y yo, me enseñó el principio del camino hacia la palabra
poética.
Después
vendrían las lecturas de libros de Miguel Hernández y de las obras completas de
Antonio Machado, que fueron clave para mí en aquel entonces porque, si al
principio la composición de versos supuso un reto o un desahogo, se convirtió después
en una forma de sentir por primera vez de manera incipiente la verdadera
esencia de la poesía. Escribí muchos poemas durante la adolescencia. En esa
edad turbulenta en la que la alegría y el llanto se alternan con una facilidad
increíble, la lectura de libros, tanto de narrativa como de poesía, fue un
auténtico descubrimiento; pero más aún lo fue el sentir que tenía la autonomía y
el gozo de escribir poemas. De Machado pasé a Alberti, a Lorca, a Cernuda… La
obra de los poetas de la Generación del 27 comenzó a fascinarme. Y de estos
pasé a otros autores (las mujeres poetas no estaban visibilizadas, salvo algunas
excepciones, y opino que hoy en día queda mucho por hacer en ese sentido).
Ya
en la universidad, quise estudiar Filología Hispánica, pero no lo hice, lo que
me costó a priori el reproche de mi profesora de Lengua del último curso del
instituto, cuyos consejos y forma de estar en el mundo constituyeron un
referente para mí. Si algún compañero o compañera de aquel curso de 1980-1981
leyera estas palabras, entendería perfectamente lo que digo, porque aquella
profesora (Mª Ángeles) fue especial para todos nosotros. Dejé de lado Filología
Hispánica, mi vocación, y, por circunstancias que no vienen al caso, me
matriculé en Derecho. Durante varios años me arrepentí de aquella decisión
porque no pude ahondar en conocimientos específicos que me interesaban (y me
interesan) muchísimo de Lengua y Literatura. Concluí dos cursos de Derecho y, si
bien me agradaba la materia jurídica, ciertos condicionantes me llevaron a prepararme
unas oposiciones para la Administración Pública. Así que, desde el año 1983
hasta la actualidad, soy oficinista en un organismo público. Algún tiempo
después de aquel giro en mi decisión comprendí que la vida es mucho más que una
licenciatura y que existen otras formas de adquirir aquellos conocimientos
hacia los que se tiene una fuerte inclinación.
Durante
unos años me distancié algo de la poesía, tanto a la hora de escribirla como de
leerla. Los estudios universitarios y las oposiciones, casi simultaneados, centraron
mi atención. Seguidamente me casé y después me convertí en madre. Sin embargo, en
mitad de tanto ajetreo, de cuando en cuando escribía algún poema y me daba
cuenta de que me resultaba imposible olvidar esta “afición”, tal como yo la
entendía.
Desde
mis comienzos en la escritura, esta era una actividad privada, íntima, a la que
solo a contadísimas personas de mi entorno próximo dejaba acceder, salvo alguna
lectura y publicación aislada en el instituto. Esa privacidad de mi hacer
literario continuó durante muchos años, hasta que una tarde, mientras ordenaba
un armario, encontré libretas y una carpeta repleta de poemas escritos por mí
años atrás. Los fui leyendo en distintos momentos y, a medida que lo hacía,
volvía a renacer esa faceta mía que permanecía agazapada esperando una
oportunidad de salir de nuevo a la realidad. Seleccioné un grupo de poemas que
conformaron lo que fue mi primer poemario: Hojas
de calendario. Lo registré para proteger mis derechos de propiedad
intelectual, aunque no pensé en ningún momento en publicarlo. Era el año 1999.
En
ocasiones se producen hechos en la vida a los que llamamos casualidades del
destino, pero ¿será que el destino busca hilar estas casualidades para
situarnos en alguna encrucijada o cambiar nuestro rumbo? Era en 1999 cuando
nació mi primer poemario y en ese mismo año, en algún lugar de Málaga, algunas
escritoras no afamadas y que yo no conocía, creaban la Asociación de Mujeres
por la Literatura y las Artes, llamada también Asociación ALAS. Dos años
después el destino volvió a situarme en un punto concreto del camino.
Casualmente (¿o no?) conocí a Aurora Gámez, presidenta de este colectivo, y tras una conversación sobre nuestra coincidencia por el gusto hacia la lírica, me invitó a formar parte de la asociación. Las circunstancias de ese encuentro
fueron tan cotidianas y a la vez me resultaron tan extrañas, que por un
instante tuve la corazonada de que mi decisión podía o no cambiar mi destino. La
bifurcación en dos rutas se encontraba delante de mí, y de mí dependía que se
produjera un punto de inflexión en mi vida. Días después, dejándome llevar por esa
intuición y por aquella sensación del último momento, asentí a su ofrecimiento.
Así
fue cómo mis poemas comenzaron a salir poco a poco de cuadernos y carpetas
guardados con celo en algún mueble de mi casa, en tanto que escribía y leía
poesía con asiduidad. En 2002 publiqué por primera vez varios de ellos en un
libro colectivo de la Colección de Poesía Wallada, promovida por la Asociación
ALAS. Inicié desde entonces hasta la actualidad una andadura de publicaciones
colectivas y antológicas, recitales poéticos, presentaciones de libros,
participación en actos… Mi actividad pública en el mundo literario de Málaga se
ha ido haciendo cada vez más intensa y, en consecuencia, mi círculo de amistades y conocidos en este ámbito se ha incrementado. He publicado varias
plaquettes, y artículos y críticas literarias en revistas especializadas; además,
mis versos han formado parte de exposiciones de pintura y fotografía y he sido
incluida en el Catálogo de Mujeres en el Arte en Málaga, elaborado por el
Ayuntamiento de esta ciudad.
En
el año 2007 publiqué por primera vez un libro de poemas exclusivamente de mi
autoría, titulado La esencia hallada.
Es un ebook que aún se puede descargar gratis de internet. Con este poemario y
con los inéditos que había escrito anteriormente decidí publicar una antología
en papel, titulada Interludio.Poesía
escogida, que salió a la luz en el 2011 con la editorial Vértice. Es un
libro al que tengo especial cariño y que ha tenido y sigue teniendo muy buena
crítica por parte de los lectores.
En
el año 2014 publiqué los poemarios Las
esquinas y Casas de cal (ambos
con la editorial Celya). El primero
de ellos nace de un sentimiento de desolación que de alguna manera me indujo en
sus primeros años la crisis económica que ha arrasado desde el año 2007 con la
llamada sociedad del bienestar, instalándose en su lugar la precariedad
económica y laboral de miles de personas, tanto en nuestro país como en los de
nuestro entorno geopolítico. El segundo lo conforman poemas que expresan
sentimientos que recorren una historia particular real ya pasada, en el
contexto de un pueblo andaluz.
En
el año 2015 la asociación ALAS llegó a su fin. Dieciséis años de existencia.
Toda una historia de mujeres escritoras (poetas y/o narradoras), también
algunas pintoras y fotógrafas, desarrollando una intensa actividad cultural con
la igualdad de género como brújula, lo que no quiere decir que este fuera el
tema de las obras creadas, salvo algunas publicaciones puntuales, porque
nuestra visión de la literatura y las artes era y ha sido siempre muy amplia. Dieciséis años merecedores de algún
estudio o ensayo que algún día (estoy convencida de ello) se publicará, tanto
por la excepcionalidad de su larga trayectoria en el tiempo, como por su
fecundidad literaria y artística. Tras su extinción, nació el Grupo ALAS
(Autoras por la Literatura y las Artes), dotado de madurez y con una clara
vocación profesional en el affair
literario y de las artes, ya iniciada en su predecesora. A este grupo
pertenezco actualmente.
Formo
parte, asimismo, de la Asociación Internacional Humanismo Solidario, “corriente crítica e intelectual de personas
libres que, desde la heterodoxia estética, asumen el uso de la palabra como
obligación social bajo los irrenunciables principios del compromiso y el
comportamiento ético, sin estar sometidos a ideología, filosofía, política o
religión alguna”, tal como se define en su web (www.humanismosolidario.com); igualmente soy socia de la Asociación Colegial de Escritores de España-Sección de Andalucía.
Fundamentalmente
soy poeta. Hace años que siento esta inextinguible actividad no como una mera
afición (como la concebía antaño), sino como oficio o profesión no remunerada,
entre otras razones porque en mi modus
vivendi se refleja de forma nítida. Por razones de tiempo no he podido
inmiscuirme en la narrativa, aunque no descarto hacerlo en algún momento.
Discretamente, paso a paso. Disfrutando. Porque la escritura para mí
básicamente es eso: disfrutar del proceso de creación y después compartir lo
creado con aquellos(as) que así lo quieran.
Busco
la autenticidad cuando escribo, también cuando leo. Propugno la verdad de la
palabra, tenga un fin exclusivamente estético o esencialmente comunicativo.
Abogo por una escritura que, desde la libertad creativa y de estilo, sea
respetuosa y se asiente en los principales valores que sustentan los derechos
humanos. Huyo de las falacias y de las megalomanías ajenas, o así lo pretendo.
Pienso que los largos currículum en el ámbito literario (como en cualquier
otro) son merecedores de respeto y de reconocimiento por el esfuerzo y la
dedicación de horas de sus autores y por el fruto de estas, es decir, por sus
obras; pero no creo en el espejismo de la obsesión por alcanzar cotas
protocolarias de distinción social. Básicamente creo en la humanidad y en la
vida, y en que los poetas y escritores (mujeres y hombres de letras) tenemos la
obligación moral de situarnos en el lado de la balanza que contrarresta las
acciones de los que propagan el mal por el mundo.
Este
es mi currículum. Y así lo expongo para quien quiera conocerlo, despidiéndome
por ahora de quienes hayan llegado a este final, hasta mi próxima entrega en
este blog, con unos versos de mi poema Latidos:
“porque
la vida no es más que
un cuerpo desnudo en la mañana,
y el corazón, el eco del vuelo de las
aves.”
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ResponderEliminarEnhorabuena querida Fuensanta. Me ha encantado el blog. He recordado los principios de ALAS y las reuniones literarias preparando la antología Wallada. Felicidades amiga. Te seguiré leyendo.
ResponderEliminarGracias por todo, querida Aurora. Toda la trayectoria de ALAS ha sido y es enriquecedora. Un abrazo enorme.
EliminarBienvenida Fuensanta, a la espera de leerte. Mucha suerte
ResponderEliminarMuchas gracias, Vīctor. Un fuerte abrazo.
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