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jueves, 27 de diciembre de 2018

LA CARICIA

Soneto de mi autoría publicado en la II Antología de la Asociación Colegial de Escritores-Andalucía, titulada "No hay paisaje sin ti" (noviembre 2018).


               LA CARICIA


En la flor desteñida de una mano
que dejada en el lecho de su suerte
la zozobra su angosta lengua vierte,
se ha posado otro ser, sutil, liviano.

Mariposa encendida que en el vano
percutir del dolor la luz invierte,
engañando a los ojos de la muerte
con su leve vaivén de pulso arcano.

Qué desierta la piel que no es tocada,
qué silencio de olvido y lejanía
tatuando el lenguaje de la nada.

Viene el tacto a dejar su letanía
en el vuelo que enciende la alborada
transmutando en ardor su melodía.








viernes, 18 de mayo de 2018

EL ÁRBOL




EL ÁRBOL

Pisa firme su socorrida sombra
sobre una tierra que nutre y calma;
abiertos a la pureza los brazos
pluriformes del tiempo
desean la luz, la caricia intensa,
y esgrimiendo sus fuerzas retorcidas
el aire rompe,
retando paciente la finitud
de este ser limitado pero bello.

Enhiesto el cuerpo no tiembla su piel
y su aroma descubre melodías,
hazañas de una tarde ya pasada
que el azul del aire guardó muy dentro.

Solo un rumor ligero evidencia
el canto sereno de su vivir:
solitaria quietud,
templanza callada del universo.

Junto a la mater tierra
alienta sus días en un abrazo
profundo y misterioso,
atrapando la esencia que de la sombra emana,
oscuras cavernas donde la voz
de los siglos espera con prudencia.
La tierra madre que eleva hacia el cielo
la esperanza del cuerpo que lo viste,
el color y la forma,
el aroma que surge de su centro,
la ternura que el resplandor dibuja,
complaciendo a la luz,
y un destello de telúrica fuerza
que a su seno reclama
y acogerá por siempre el aire que lo envuelve.

(De La esencia hallada. ISBN 13: 978-84-692-2589-9)



domingo, 29 de abril de 2018

NO HAY AMOR EN LAS VÍAS


Pasear por calles tranquilas de la ciudad es todo un lujo porque, cuanto menos, cuando buscamos hacer turismo urbano y relajarnos mientras caminamos entre edificios conocidos o no, lo hacemos en mitad de un bullicio lento como un río de personas que no deja de acompañarnos. Pero, si la ciudad se convierte en paradigma de algo, no es precisamente por ese caminar tranquilo. Sus vías son largas lenguas de asfalto en las que el tiempo de los que allí transitamos se convierte en lucha, en un frenesí por pasar los semáforos antes de que se pongan en rojo, en un continuo esquivar vehículos de todo tipo cuyos conductores hacen (o hacemos) una muy libre interpretación de las normas de circulación o del sentido común, en un discurrir agitado que provoca la elevación agresiva del nivel de decibelios. La ciudad es el contexto del “sintiempo” y de la aceleración.

Puede ser bella, abrir sus ventanas hacia  el mar o hacia un amplio río, ser emblemática por sus antiguas e históricas calles reformadas, callejuelas estrechas y zigzagueantes, o por sus amplias avenidas, contener enclaves, jardines y rincones atractivos para los visitantes, museos que alberguen exposiciones de gran interés artístico y ofertar una amplia gama de actividades culturales y folclóricas. Y sin embargo, en el día a día miles de personas viven inmersas en una cotidianidad convertida en una carrera hacia la nada. Hay prisas por todo y para todo, no hay tiempo de nada y para nada. Largas jornadas laborales o largos años completando currículum que después permanecen olvidados en carpetas de  directivos de Recursos Humanos. Un ir de acá para allá con el reloj vigilante todo el día. Hasta el ocio se anota en las agendas.

La ciudad, en sí misma, no tiene la culpa de ello. Es la forma de vida imperante en las sociedades modernas la que condiciona el biorritmo de tantos urbanitas y la que estructura igualmente los tiempos de los habitantes de muchos pueblos. Pero la ciudad es el contexto paradigmático de este absurdo. Vivir condicionados permanentemente por las prisas o por un minutero indolente no es vivir. Y esto parece que se asume como algo normal, cuando en realidad ni es normal ni natural.





PAISAJE URBANO

Respira la ciudad su perfume de asfalto
en la incipiente hora de una luz renovada,
las vías, siempre solas, detenidas esperan
la nueva humillación del trepidar diario
donde desgarra el aire sobre una tráquea gris
la metálica ausencia de unas vidas sin vida.

Amanece en las rutas asfálticas y oscuras
sin el frescor que el riego en los jardines deja,
la tenue claridad naciente deposita
una leve esperanza en un instante leve,
pero al cabo reinician su tarea incesante
como una larga lengua sumida en el olvido.

No hay amor en las vías.
Solo una huida ciega burlando la mañana.
No es posible acercar dos cuerpos lentamente
en la imparable ausencia de las horas de asfalto.


(De mi poemario Las esquinas, Edit. Celya, 2014. Depósito Legal: TO 774-2014)








TRÁNSITO

La claridad ondea su incipiente
cuerpo sobre el fragor acelerado
de una ciudad que abre indiferente
la percusión de un ritmo acostumbrado.

Por las sórdidas calles
la noche en su guarida se repliega
y un estertor que amaga por los valles
su aliento matinal de luz despliega
un velo azul abierto y despejado,
mientras la soledad turbia doblega
su lomo de rumiante encabritado.

El bullicio renace,
los cuerpos se entrecruzan y se ignoran
y en el cemento gris la sombra yace
de unas manos que una limosna imploran.

En los  bares resuena el ajetreo,
comercios y oficinas eclosionan
en esplendor neurótico de espanto
que al pensamiento lo convierte en reo
donde los sueños, mustios, se amontonan,
maquillando la risa un triste llanto.

La gente en las aceras corre y bulle
por pasillos fugaces de cemento
como un río haciendo tabla rasa;
calla el árbol, el aire se recluye,
se enquistan la rutina y el momento:
mientras a ciegas van, la vida pasa.


(De mi plaquette Latidos, Colección de Poesía Wallada, 2015. Dep. Legal: MA-1566-2015)  

sábado, 7 de abril de 2018

HORIZONTE MARINO

Este es un poema perteneciente a mi libro La esencia hallada, que después integré en Interludio.Poesía escogida. Lo escribí una mañana de verano, ante la contemplación del mar de la bahía de Málaga.


                        HORIZONTE  MARINO

  
                  A lo lejos no pueden descubrirte los ojos,
           
                contorno misterioso que la verdad ocultas,
                                              
                tan bello inalcanzable -por eso mismo bello-
                                              
                recibes los anhelos que el corazón indulta.



                Sujetando del beso marino su secreto,
                                  
                el impulso lascivo que la caricia busca

                en la armoniosa tierra, como una boca inmensa,
                                              
                donde el amor en olas se levanta y derrumba.



                Es tu perenne imagen el hábitat perdido
                                              
                de guerras y naufragios borrados por la lluvia

                donde la Historia engulle: victorias y derrotas

                que en tu memoria encierras como afanosa tumba.  



                En ti culmina el beso, la cópula celeste
           
                uniendo agua y aire; y es plena tu hermosura,

                lugar que nunca existes y eterno permaneces,

                cuando derramas luces vertidas por la luna.


                                                                                             
                Allá por tus confines se pierden los deseos

                y hay pájaros que vuelan donde el silencio escucha.

                La infranqueable calma que en tu regazo habita,
           
                intemporal y libre, en soledad perdura.


                                  ...................................



En el año 2010 este poema formó parte del proyecto poético Latidos con alma, dirigido por Ignacio del Valle, dentro del cual se crearon audios de poemas de autoras de la Asociación ALAS. En el siguiente vídeo, integrado en dicho proyecto, el poema Horizonte Marino está recitado por la actriz Adelfa Calvo.





DE CÓMO SOY POETA


Nací allá por el año 1963 en un sencillo y bonito pueblo llamado Coín, enclavado en el Valle del Guadalhorce, comarca de huertas y naranjos cuyos azahares perfuman el aire en primavera, a no muchos kilómetros de Málaga capital, ciudad en la que resido desde apenas terminada mi adolescencia; soy, pues, andaluza y española.

Ya en los primeros años de colegio, recuerdo que me atraía la posibilidad de saber utilizar el lenguaje de manera correcta y creo que intuía, en lo que mi escasa madurez me podía permitir, el poder que las palabras alcanzan en la comunicación con los demás, permitiendo el entendimiento y la buena educación. A los diez u once años escribí varios cuentos que fueron premiados en algunos concursos del colegio y con doce me atreví a escribir algún poemita, pero fue a los trece cuando, como muchos adolescentes, me lancé de lleno a componer versos. Fue Bécquer (tal vez sea casi un tópico mencionarlo), unos escuetos poemas de las Rimas de Bécquer, quien, desde la distancia del tiempo y del contexto que median entre él y yo, me enseñó el principio del camino hacia la palabra poética.

Después vendrían las lecturas de libros de Miguel Hernández y de las obras completas de Antonio Machado, que fueron clave para mí en aquel entonces porque, si al principio la composición de versos supuso un reto o un desahogo, se convirtió después en una forma de sentir por primera vez de manera incipiente la verdadera esencia de la poesía. Escribí muchos poemas durante la adolescencia. En esa edad turbulenta en la que la alegría y el llanto se alternan con una facilidad increíble, la lectura de libros, tanto de narrativa como de poesía, fue un auténtico descubrimiento; pero más aún lo fue el sentir que tenía la autonomía y el gozo de escribir poemas. De Machado pasé a Alberti, a Lorca, a Cernuda… La obra de los poetas de la Generación del 27 comenzó a fascinarme. Y de estos pasé a otros autores (las mujeres poetas no estaban visibilizadas, salvo algunas excepciones, y opino que hoy en día queda mucho por hacer en ese sentido).

Ya en la universidad, quise estudiar Filología Hispánica, pero no lo hice, lo que me costó a priori el reproche de mi profesora de Lengua del último curso del instituto, cuyos consejos y forma de estar en el mundo constituyeron un referente para mí. Si algún compañero o compañera de aquel curso de 1980-1981 leyera estas palabras, entendería perfectamente lo que digo, porque aquella profesora (Mª Ángeles) fue especial para todos nosotros. Dejé de lado Filología Hispánica, mi vocación, y, por circunstancias que no vienen al caso, me matriculé en Derecho. Durante varios años me arrepentí de aquella decisión porque no pude ahondar en conocimientos específicos que me interesaban (y me interesan) muchísimo de Lengua y Literatura. Concluí dos cursos de Derecho y, si bien me agradaba la materia jurídica, ciertos condicionantes me llevaron a prepararme unas oposiciones para la Administración Pública. Así que, desde el año 1983 hasta la actualidad, soy oficinista en un organismo público. Algún tiempo después de aquel giro en mi decisión comprendí que la vida es mucho más que una licenciatura y que existen otras formas de adquirir aquellos conocimientos hacia los que se tiene una fuerte inclinación.

Durante unos años me distancié algo de la poesía, tanto a la hora de escribirla como de leerla. Los estudios universitarios y las oposiciones, casi simultaneados, centraron mi atención. Seguidamente me casé y después me convertí en madre. Sin embargo, en mitad de tanto ajetreo, de cuando en cuando escribía algún poema y me daba cuenta de que me resultaba imposible olvidar esta “afición”, tal como yo la entendía.
                                    
Desde mis comienzos en la escritura, esta era una actividad privada, íntima, a la que solo a contadísimas personas de mi entorno próximo dejaba acceder, salvo alguna lectura y publicación aislada en el instituto. Esa privacidad de mi hacer literario continuó durante muchos años, hasta que una tarde, mientras ordenaba un armario, encontré libretas y una carpeta repleta de poemas escritos por mí años atrás. Los fui leyendo en distintos momentos y, a medida que lo hacía, volvía a renacer esa faceta mía que permanecía agazapada esperando una oportunidad de salir de nuevo a la realidad. Seleccioné un grupo de poemas que conformaron lo que fue mi primer poemario: Hojas de calendario. Lo registré para proteger mis derechos de propiedad intelectual, aunque no pensé en ningún momento en publicarlo. Era el año 1999.

En ocasiones se producen hechos en la vida a los que llamamos casualidades del destino, pero ¿será que el destino busca hilar estas casualidades para situarnos en alguna encrucijada o cambiar nuestro rumbo? Era en 1999 cuando nació mi primer poemario y en ese mismo año, en algún lugar de Málaga, algunas escritoras no afamadas y que yo no conocía, creaban la Asociación de Mujeres por la Literatura y las Artes, llamada también Asociación ALAS. Dos años después el destino volvió a situarme en un punto concreto del camino. Casualmente (¿o no?) conocí a Aurora Gámez, presidenta de este colectivo, y tras una conversación sobre nuestra coincidencia por el gusto hacia la lírica, me invitó a formar parte de la asociación. Las circunstancias de ese encuentro fueron tan cotidianas y a la vez me resultaron tan extrañas, que por un instante tuve la corazonada de que mi decisión podía o no cambiar mi destino. La bifurcación en dos rutas se encontraba delante de mí, y de mí dependía que se produjera un punto de inflexión en mi vida. Días después, dejándome llevar por esa intuición y por aquella sensación del último momento, asentí a su ofrecimiento.

Así fue cómo mis poemas comenzaron a salir poco a poco de cuadernos y carpetas guardados con celo en algún mueble de mi casa, en tanto que escribía y leía poesía con asiduidad. En 2002 publiqué por primera vez varios de ellos en un libro colectivo de la Colección de Poesía Wallada, promovida por la Asociación ALAS. Inicié desde entonces hasta la actualidad una andadura de publicaciones colectivas y antológicas, recitales poéticos, presentaciones de libros, participación en actos… Mi actividad pública en el mundo literario de Málaga se ha ido haciendo cada vez más intensa y, en consecuencia, mi círculo de amistades y conocidos en este ámbito se ha incrementado. He publicado varias plaquettes, y artículos y críticas literarias en revistas especializadas; además, mis versos han formado parte de exposiciones de pintura y fotografía y he sido incluida en el Catálogo de Mujeres en el Arte en Málaga, elaborado por el Ayuntamiento de esta ciudad.

En el año 2007 publiqué por primera vez un libro de poemas exclusivamente de mi autoría, titulado La esencia hallada. Es un ebook que aún se puede descargar gratis de internet. Con este poemario y con los inéditos que había escrito anteriormente decidí publicar una antología en papel, titulada Interludio.Poesía escogida, que salió a la luz en el 2011 con la editorial Vértice. Es un libro al que tengo especial cariño y que ha tenido y sigue teniendo muy buena crítica por parte de los lectores.

En el año 2014 publiqué los poemarios Las esquinas y Casas de cal (ambos con la editorial Celya). El primero de ellos nace de un sentimiento de desolación que de alguna manera me indujo en sus primeros años la crisis económica que ha arrasado desde el año 2007 con la llamada sociedad del bienestar, instalándose en su lugar la precariedad económica y laboral de miles de personas, tanto en nuestro país como en los de nuestro entorno geopolítico. El segundo lo conforman poemas que expresan sentimientos que recorren una historia particular real ya pasada, en el contexto de un pueblo andaluz.

En el año 2015 la asociación ALAS llegó a su fin. Dieciséis años de existencia. Toda una historia de mujeres escritoras (poetas y/o narradoras), también algunas pintoras y fotógrafas, desarrollando una intensa actividad cultural con la igualdad de género como brújula, lo que no quiere decir que este fuera el tema de las obras creadas, salvo algunas publicaciones puntuales, porque nuestra visión de la literatura y las artes era y ha sido siempre muy amplia. Dieciséis años merecedores de algún estudio o ensayo que algún día (estoy convencida de ello) se publicará, tanto por la excepcionalidad de su larga trayectoria en el tiempo, como por su fecundidad literaria y artística. Tras su extinción, nació el Grupo ALAS (Autoras por la Literatura y las Artes), dotado de madurez y con una clara vocación profesional en el affair literario y de las artes, ya iniciada en su predecesora. A este grupo pertenezco actualmente.

Formo parte, asimismo, de la Asociación Internacional Humanismo Solidario, “corriente crítica e intelectual de personas libres que, desde la heterodoxia estética, asumen el uso de la palabra como obligación social bajo los irrenunciables principios del compromiso y el comportamiento ético, sin estar sometidos a ideología, filosofía, política o religión alguna”, tal como se define en su web (www.humanismosolidario.com); igualmente soy socia de la Asociación Colegial de Escritores de España-Sección de Andalucía.

Fundamentalmente soy poeta. Hace años que siento esta inextinguible actividad no como una mera afición (como la concebía antaño), sino como oficio o profesión no remunerada, entre otras razones porque en mi modus vivendi se refleja de forma nítida. Por razones de tiempo no he podido inmiscuirme en la narrativa, aunque no descarto hacerlo en algún momento. Discretamente, paso a paso. Disfrutando. Porque la escritura para mí básicamente es eso: disfrutar del proceso de creación y después compartir lo creado con aquellos(as) que así lo quieran.

Busco la autenticidad cuando escribo, también cuando leo. Propugno la verdad de la palabra, tenga un fin exclusivamente estético o esencialmente comunicativo. Abogo por una escritura que, desde la libertad creativa y de estilo, sea respetuosa y se asiente en los principales valores que sustentan los derechos humanos. Huyo de las falacias y de las megalomanías ajenas, o así lo pretendo. Pienso que los largos currículum en el ámbito literario (como en cualquier otro) son merecedores de respeto y de reconocimiento por el esfuerzo y la dedicación de horas de sus autores y por el fruto de estas, es decir, por sus obras; pero no creo en el espejismo de la obsesión por alcanzar cotas protocolarias de distinción social. Básicamente creo en la humanidad y en la vida, y en que los poetas y escritores (mujeres y hombres de letras) tenemos la obligación moral de situarnos en el lado de la balanza que contrarresta las acciones de los que propagan el mal por el mundo.

Este es mi currículum. Y así lo expongo para quien quiera conocerlo, despidiéndome por ahora de quienes hayan llegado a este final, hasta mi próxima entrega en este blog, con unos versos de mi poema Latidos:

“porque la vida no es más que
 un cuerpo desnudo en la mañana,
 y el corazón, el eco del vuelo de las aves.”   

POEMA "2020", DE MI LIBRO "DE NUEVO OCTUBRE"

"2020" es el título de un poema perteneciente a mi último libro de poesía, De nuevo octubre (Ediciones Carena, 2023), presentado ...