LA CARICIA
En la flor desteñida de una mano
que dejada en el lecho de su suerte
la zozobra su angosta lengua vierte,
se ha posado otro ser, sutil, liviano.
Mariposa encendida que en el vano
percutir del dolor la luz invierte,
engañando a los ojos de la muerte
con su leve vaivén de pulso arcano.
Qué desierta la piel que no es tocada,
qué silencio de olvido y lejanía
tatuando el lenguaje de la nada.
Viene el tacto a dejar su letanía
en el vuelo que enciende la alborada
transmutando en ardor su melodía.
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