Durante los días 19 y 26 de septiembre de 2024, se han desarrollado en el Ateneo de Málaga por iniciativa de la Vocalía de Poesía dos jornadas de reflexión en torno al hecho literario y, concretamente, en lo que concierne a la situación de la poesía en los nuevos tiempos y transtiempos (en la primera de ellas) y sobre la repercusión que las nuevas tecnologías digitales tienen en la creación y difusión de la creación poética (en la segunda). En ambas jornadas he participado en calidad de poeta de esta ciudad. De mi intervención en los dos actos he escrito el siguiente artículo, que ha sido publicado en la web de la Asociación Internacional Humanismo Solidario, y que reproduzco a continuación:
LA POESÍA EN LOS NUEVOS TIEMPOS DE REVOLUCIÓN TECNOLÓGICA DIGITAL DESDE UN ENFOQUE HUMANISTA
Durante los días 19 y 26 de septiembre de 2024, se han desarrollado en el Ateneo de Málaga, por iniciativa de Rosa Romojaro Montero, Vocal de Poesía de dicha institución, gran poeta, narradora, ensayista y profesora jubilada de la universidad de esta ciudad, así como por Enrique Baena Peña, Catedrático en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en la Universidad de Málaga y ensayista con una gran trayectoria de investigación, dos jornadas de reflexión en torno al hecho literario y, concretamente, en lo que concierne a la situación de la poesía en los nuevos tiempos y transtiempos (en la primera de ellas) y sobre la repercusión que las nuevas tecnologías digitales tienen en la creación y difusión de la creación poética (en la segunda)[1]. En ambas jornadas he participado en calidad de poeta de esta ciudad por invitación de ambos.
La temática abordada
puede albergar perspectivas humanistas que no pasan desapercibidas para los/as
escritores/as que pertenecemos de pleno a esta línea de pensamiento y que de
alguna manera pude esbozar en el transcurso de mis intervenciones. Las ideas
generales que, por razones de tiempo, expuse de forma sucinta las desarrollo a
continuación sin entrar en un estudio pormenorizado de las mismas,
recomendable, no obstante, por la repercusión social y humanista que arrastra
la materia en cuestión.
En primer lugar, cabe
decir que la acuñación del binomio ‘nuevos tiempos’ (mencionado en el
planteamiento formulado en la primera de las jornadas citadas) en relación con
la creatividad nos viene a sugerir la noción de cambio, que puede producirse de
manera abrupta mediante una clara ruptura con las tendencias precedentes a las
nuevas creaciones o bien como tránsito que acoge parte de los rasgos de lo
creado con anterioridad.
Centrándonos en el
hecho literario y concretamente en la poesía, encontramos antecedentes
históricos de cambios drásticos por ejemplo en las vanguardias literarias (al
igual que en otros campos artísticos como en la pintura) de las primeras
décadas del siglo pasado. La ruptura con la tradición literaria se materializó
mediante fórmulas novedosas ajenas a la innovación tecnológica, pero que
revolucionó el denominado género lírico tanto en la forma como en el contenido.
Recordemos, por ejemplo, la escritura automática utilizada por el surrealismo a
partir de los métodos del psicoanálisis de Freud y sus teorías sobre el
subconsciente e inconsciente. Igualmente, la poesía visual constituyó una de
las formas poéticas figuradas desarrolladas en esos otros ‘nuevos tiempos’
de aquellas vanguardias (o transtiempos,
en la medida en que iban más allá del tiempo por su carácter rupturista que
supera lo anterior y su proyección hacia el futuro) a través de los caligramas
recuperados por el escritor cubista francés Guillaume Apollinaire, y cuyo
inicio se cree que se debe al poeta griego Simmias de Roda, hacia el año 300 a.
C. En lengua española destacan en el uso de este tipo de poesía visual autores
de esas vanguardias como el poeta ultraísta español Guillermo de Torre, Gerardo
Diego, perteneciente a la Generación del 27, o el chileno Vicente Huidobro,
máximo exponente del creacionismo, entre otros muchos. De la misma manera, los
cambios que abruptamente emergieron en aquellos movimientos literarios
afectaron a los temas abordados en las creaciones poéticas al producirse, grosso modo, un rechazo por lo
sentimental e íntimo. La literatura se convierte en un fin en sí mismo en
muchas de estas corrientes literarias, desprendiéndose de la carga moral
procedente de las generaciones anteriores a las mismas. La máxima expresión del
alejamiento con el ser humano se produjo en el futurismo, centrado en la
negación de los valores pasados y en la exaltación de los inventos, de las
máquinas, del contexto urbano y del mundo moderno en general.
Para Ortega y Gasset
estas vanguardias artísticas (y literarias) se alejaron del público al utilizar
un lenguaje a menudo ininteligible para las mayorías, que no estaba dirigido a
estas sino a los propios artistas o a una minoría de personas con la misma
sensibilidad, provocando de esta forma un rechazo del público hacia ellas. Esta
posición crítica la manifestó en su obra La
deshumanización del arte, publicada en 1925, en la que analiza los rasgos
principales que observa en esas vanguardias y considera que estas estéticas
distorsionaban la realidad e intentaban evitar lo esencialmente humano.
En la época actual, los
avances de las nuevas tecnologías digitales y su aplicación en sus diversas
formas como son las redes sociales nos ubican ante una nueva situación de
múltiples ángulos que, en cierta medida y poniendo el foco de atención en el
hecho literario, recuerda el replanteamiento rupturista de las vanguardias del
siglo XX citadas, a tenor de las repercusiones que estos avances proyectan
sobre aquel.
De entrada y de forma
general, se podría afirmar que nos encontramos ante un transtiempo caracterizado
por la aceleración de la historia procedente de la revolución tecnológica en la
que los descubrimientos se suceden sin pausas entre ellos en una concatenación
de novedades técnicas que difícilmente puede llegar a asimilarse con la
suficiente claridad por la mayoría de las personas. Los descubrimientos
tecnológicos digitales se han convertido desde las últimas décadas hasta la
actualidad en el soporte del sistema de vida de las sociedades modernas
avanzadas y, como consecuencia de la globalización, de las cúpulas y zonas de
influencias de los poderes políticos y económicos de los países poco
desarrollados. De hecho, la irrupción de internet para uso generalizado en los
años noventa del pasado siglo (aunque su origen se remonta a la década de los
sesenta con fines militares) supuso un antes y un después en el modus vivendi de una gran mayoría de los
habitantes del planeta, así como en el funcionamiento de las infraestructuras
de comunicación convencional y digital y en sus múltiples aplicaciones en
ámbitos tan importantes como la medicina, en la ejecución y resolución de una
gran variedad de acciones pertenecientes a las esferas pública y privada o en
el sistema financiero mundial con sus correlativas implicaciones de enorme
trascendencia en la evolución y en el orden global. La World Wide Web (WWW), o red informática mundial, y todas sus
herramientas y tecnologías colaterales, conjuntamente con otros nuevos avances
como los aplicados en la industria e ingenierías, nos convierte en observadores
y en coprotagonistas de una nueva etapa histórica sin precedentes en la que lo
tecnológico nos rodea por doquier, permite el progreso y los innumerables
beneficios derivados del mismo; pero, al mismo tiempo, se crean espacios de
incertidumbre que conllevan la necesidad de formular planteamientos sobre qué
riesgos entraña o puede acarrear desde el punto de vista humano este nuevo
escenario, hacia dónde nos dirigimos y si son necesarios una regulación legal y
un cuestionamiento ético encaminados a impedir la utilización desviada o
maléfica de las nuevas tecnologías, como puede ser la propagación de las fake news que tanto daño vienen
produciendo en las tendencias de opinión pública que no las ponen en tela de
juicio: creencias falsas dentro de un marco de lucha de poderes políticos y
económicos, encumbramiento de líderes mesiánicos de dudoso perfil ético cuya
principal intencionalidad es el adoctrinamiento de masas en beneficio propio o
de determinadas entidades o corporaciones; además del ataque frontal a los
valores humanos mediante la integración (bien de forma inconsciente o bien como
resultado de una manipulación) en los códigos de conductas sociales de
actitudes y comportamientos violentos; o los innumerables casos de bullying sufridos por niños/as y
adolescentes, de pedofilia y de intimidación y acoso a otros sectores vulnerables de la población,
entre otras situaciones. Todo lo cual requiere de un mayor control efectivo y
real desde ámbitos legislativos, judiciales y policiales, e igualmente de la
intervención de especialistas que desde los diferentes campos de la cultura, la
educación y el pensamiento propugnen y transmitan ideas y valores humanos que
contrarresten los modelos nocivos que con excesiva frecuencia dirigen el rumbo
de la humanidad en esta era tecnológica y de internet.
En este marco, nos
encontramos en la actualidad con una literatura y, en concreto con una poesía,
que en coexistencia con las tendencias tradicionales (no ceñidas de forma
exclusiva a las formas clásicas), ha emergido y se transmite a través de webs,
blogs y redes sociales. La tecnología digital permite una amplia posibilidad de
acceder a contenidos, pero también de compartir creaciones poéticas con un
número mayor de lectores/as y oyentes. La relación entre estos y los autores/as
ha dado un vuelco en ese sentido y en ese contexto, permitiendo una
democratización del hecho literario poético y otorgando de esta forma un mayor
protagonismo social a la poesía respecto del que históricamente ha gozado,
circunscrito a menudo a círculos reducidos por la especiales características de
este género literario no siempre inteligible para gran parte de la población («a
la minoría, siempre», dedicó Juan Ramón Jiménez su obra poética, consciente de
esta realidad). Una democratización que, por otra parte, ha propiciado la
aparición de un nutrido grupo de poetas jóvenes, pertenecientes a lo que se ha
llamado la generación de los millenials,
cuyas composiciones se difunden por las redes sociales ante un público de su
misma franja etaria que comparte idénticas inquietudes. En palabras de Remedios
Sánchez García, Catedrática de la Universidad de Granada, ensayista y crítica
literaria, en su libro Así que pasen
treinta años… Historia interna de la poesía española contemporánea (1950-2017),
editado por Ediciones Akal en 2018:
la
poesía española ha vivido en una constante confrontación entre la poesía clara
y la más oscura, que trabaja en los entresijos del lenguaje, buscando sus
límites para tratar de expandirlos. Y en esta situación de dualidad estética en
España empiezan a dar sus primeros pasos los millenials, una generación de autores nacidos entre 1982 y 1994,
que se acercan a lo literario con unos nuevos planteamientos, donde internet
tiene un claro protagonismo, dado que son nativos digitales, siguiendo la
terminología de Prensky[2]
Se trata de una
generación[3]
que ha convivido desde tempranas edades con el mundo digital y todas sus
herramientas, así como con avances tecnológicos caracterizados por la
importancia de la imagen virtual y por la inmediatez en la comunicación. Los
teléfonos móviles, videojuegos, ordenadores, etc. han formado parte desde
siempre del contexto de sus vidas como elementos indefectibles de las mismas, y
esto se ha traducido, como en tantas expresiones artísticas, en una manera
concreta de concebir la poesía a la hora de crearla e igualmente de leerla o
escucharla. Para Remedios Sánchez esta generación no crea poesía «al modo
canónico (la que se enseña en las aulas de Educación Secundaria, y que abarca
desde las jarchas a la literatura de los años ochenta)»[4].
Cierto es que no todos los poetas nacidos en esa horquilla de tiempo se alejan del canon en sus composiciones, como es el
caso de Pedro J. Plaza o de Jorge Villalobos, sino que la poesía tradicional al
modo canónico se sigue escribiendo entre poetas jóvenes. Esa poesía tradicional
no tiene por qué ser alambicada y, aunque lo fuere, no es la oscuridad o la
claridad lo que otorga calidad literaria al poema sino más bien su capacidad de
sublimación que puede alcanzarse tanto a través de recursos estilísticos
tradicionales como mediante elementos novedosos obtenidos con las nuevas
tecnologías, y esto hace compatible la coexistencia de ambas líneas de
creación. En términos generales, la denominada poesía juvenil se caracteriza en
palabras de Remedios Sánchez por el uso de «un lenguaje coloquial, directo y
sin aparente preocupación métrica» mediante el que «se habla en primera persona
principalmente de relaciones amorosas ambientadas en un contexto urbano»[5];
inquietudes que comparten sus numerosos followers
(seguidores) o lectores/as de su misma generación. Nos encontramos ante una
nueva realidad en la que muchos youtubers
son poetas y a menudo los influencers
ejercen de seudocríticos literarios a la hora de recomendar obras. Se trata,
como especifica la citada autora, de «una poesía sin artificio ni estructuras
profundas, directa y concisa, para arrastrar a un nuevo lector joven de entre 16
y
24 años,
a un nuevo espectador (sus recitales son espectáculos, en muchas ocasiones
rebosantes de música, imagen y voz)»[6]. Llegado a este punto, hay que tener en cuenta que, tal como
defiende Francisco Morales Lomas, Catedrático de Lengua Castellana y Literatura
y Profesor Titular de la Universidad de Málaga (además de poeta, narrador,
dramaturgo, ensayista, columnista y crítico literario), en el segundo capítulo
del libro Nuevas poéticas y redes
sociales. Joven poesía española en la era digital (Editorial Siglo XXI de
España, 2018), coordinado por Remedios Sánchez García, y que lleva por título “Subjetividad y humanidad en jóvenes poetas
actuales. Hacia un nuevo paradigma”[7],
no se puede generalizar respecto a la poesía de las nuevas generaciones que
utilizan las redes sociales y las herramientas digitales en sus creaciones y
difusión de las mismas, de tal manera que en esta era de internet nos encontramos
igualmente con una poesía juvenil de calidad e interesante. Desde mi punto de
vista, como en toda manifestación literaria y artística, siempre coexistirán
niveles diferenciados de calidad poética, se utilice o no la tecnología digital.
A la vista de todo ello,
habría que formular las siguientes cuestiones: ¿todo lo que se transmite por
las redes sociales con la inmediatez y espontaneidad que propicia el mundo
digital, con características rupturistas y novedosas, y que se da por creación
poética, es realmente poesía?, ¿todo lo novedoso responde a un estándar de
calidad literaria?, ¿se está produciendo una banalización de la poesía debida a
la proliferación de creaciones intranscendentes desde el punto de vista literario
(que no canónico) movidas en los medios digitales? Y, por otra parte, si como
se está viendo en los últimos tiempos,
el afán lucrativo de ciertas editoriales aprovecha el elevado número de
seguidores en redes sociales de determinados autores o autoras de esa
generación para asegurarse un nivel de ventas de ejemplares considerable
mediante la concesión de premios literarios a los mismos o a través de la
publicidad, con independencia de la calidad literaria de sus obras, ¿podemos
considerar que la poesía se está mercantilizando excesivamente en detrimento de
la misma? Y, en consecuencia, ¿es reprobable, desde un punto de vista ético,
que el aspecto mercantil de un género literario tan excelso como siempre ha
sido el lírico cobre tal dimensión que llegue a mermar las virtudes expresivas
y creativas que siempre lo han caracterizado, relegando de esta forma un tipo
de manifestación de la esencialidad del ser humano a mero instrumento material
con fines de lucro?
Con independencia del
riesgo de instrumentalizar la poesía para convertirla en otro objeto más de
consumo con menoscabo de las cualidades literarias intrínsecas obtenidas bien
mediante recursos tradicionales bien a través de elementos novedosos traídos
gracias a las tecnologías visuales y digitales, lo cierto es que cuando se
prioriza una excesiva mercantilización de la creación poética aumentan las
probabilidades de que esta pueda derivar en otro producto, sucedáneo de lo que
debiera ser. La falta de ética no se origina en esos casos concretos por la ruptura con la tradición literaria
ni por las aportaciones novedosas que, al igual que en las vanguardias del
pasado siglo, pueden producir y producen resultados creativos interesantes,
sino que el cuestionamiento moral hay que situarlo en el hecho de que a menudo
se presente una creación como poética (entendida como manifestación de un
género literario elevado) cuando en realidad podría pertenecer, por
ejemplo, a un subgénero (como es la “poesía
juvenil”[8],
en términos de Remedios Sánchez), al rap o a otro tipo de expresión
artística, y que detrás de ello no existan más que fines lucrativos o de
protagonismo social, lo cual implica una impostura; es decir una absoluta
falta a la verdad que, a fuerza de producirse a diario al igual que en
múltiples ámbitos, se da por válida y se integra en las formas de actuación con
total normalidad sin ningún tipo de cuestionamiento ético.
La situación se ha
complicado aún más con la irrupción desde no hace mucho de la Inteligencia
Artificial (IA). Es palmario el hecho de que este avance tecnológico aporta
innumerables beneficios a la sociedad en general. El abanico de posibilidades
que ofrecen sus herramientas en diferentes campos es de gran relevancia, como
pueden ser sus aplicaciones en la medicina, las ingenierías o la investigación
en sus diferentes proyecciones. Una de las vertientes de la IA es la denominada
Inteligencia Artificial Generativa cuya principal característica es la de crear
contenidos a partir de bases de datos ya existentes mediante la utilización y
combinación de algoritmos y ello, indiscutiblemente, constituye un paso más (y
de enjundia) en la revolución de las nuevas tecnologías en beneficio del
progreso mundial. Sin embargo, no hay que olvidar que todo tiene también su
envés.
Un claro ejemplo lo
tenemos en el campo de la creación artística y literaria (y por extensión en lo
que concierne a la poesía), en donde la utilización de la IA Generativa provoca
la necesidad de replanteamientos legales y éticos por las implicaciones que
conlleva. Existe una justificada inquietud entre los escritores y traductores,
no solo españoles sino también europeos y de otros países, ante las
vulneraciones del derecho a la propiedad intelectual como consecuencia del uso
indiscriminado y no remunerado de sus obras a través de las herramientas que
esta nueva tecnología permite. En este sentido se viene manifestando la
Conferencia de Asociaciones de Escritoras y Escritores, a la que pertenecen 15
organizaciones de autores y alrededor de 10.000 creadores literarios, y de la
que forma parte la Asociación Colegial de Escritores de España (ACE). El 1 de
octubre del año en curso esta última entidad ha publicado una declaración
propia en su página web dentro de la cual se
pronuncia en los siguientes términos:
En los últimos años, el desarrollo de la IAG está sentando las bases de
una nueva forma de explotación de nuestras creaciones que afecta al contrato
social del conjunto de los ciudadanos, utilizando métodos y prácticas no
sujetas a ningún principio salvo el beneficio económico, en algunos casos
próximas al saqueo masivo de contenidos sujetos a la legislación arriba
mencionada, cuyo uso y efectos en el futuro no solo los autores sino todos
nosotros ignoramos.
Por
ello, exigimos que todos los sectores asuman la imprescindible necesidad de un
firme compromiso de salvaguardar nuestros intereses como creadores y
respetar el producto de nuestro trabajo, base fundamental del tejido
cultural y de la industria que lo sustenta y de la Ley de IA de la
Unión Europea, primera normativa supranacional que, aunque de modo todavía
insuficiente, ha comenzado a contemplarlo[9].
La
preocupación que entre los/as escritores/as y traductores/as está provocando
esta situación está movilizando a buena parte del sector de la escritura. En la
citada web de la Asociación Colegial de Escritores de España, con fecha 11 de
septiembre de 2024, se ha publicado el «Decálogo del Consejo Europeo de
Escritores (EWC) sobre inteligencia artificial generativa (IAG) y derechos de
autor», cuyo objetivo es que las herramientas proporcionadas por esta
tecnología sean utilizadas dentro de la ética y la legalidad. A continuación
reproduzco el último punto del citado decálogo porque sintetiza la resolución
de la problemática en cuestión desde ese doble enfoque:
10. COMPROMISO
Todos
deben ser conscientes de sus responsabilidades éticas. Trabajar juntos por un
«código de tráfico de IA e IP» y regulaciones para un futuro justo, ético y
regulado con IA generativa protege el poder de la innovación y evita la
interrupción de la cultura y la creatividad humana[10].
Asimismo, el desarrollo de la IA
Generativa permite que un determinado software
pueda “crear” poemas, novelas, música y arte en general utilizando una
ingente cantidad de datos existentes mediante algoritmos que actúan como redes
neuronales artificiales con capacidad de aprendizaje. En un artículo de Andrés
Guadamuz, profesor titular de Derecho
de Propiedad Intelectual de la Universidad de Sussex (Reino Unido), titulado «La
inteligencia artificial y el derecho de autor», publicado en octubre de
2017 en OMPI Revista[11],
expresa que este tipo de creaciones a través de la IAG «podría tener implicaciones
muy importantes para el derecho de autor»[12].
Y señala como ejemplo un retrato titulado «El nuevo Rembrandt» que la IAG
produjo en 2016 por iniciativa de un grupo de museos e investigadores de los
Países Bajos a partir del análisis realizado por algoritmos sobre numerosas
obras del pintor neerlandés. Igualmente, en el mismo año, un programa
informático japonés creó una novela corta que estuvo a punto de obtener un
premio literario nacional[13].
A pesar de que Guadamuz deja abierta cierta ambigüedad en esta materia, lo
cierto es que al mismo tiempo reconoce que «la legislación de muchos países no
es favorable al derecho de autor que no se aplica al ser humano»[14] y
menciona como ejemplo la jurisprudencia existente hasta esa fecha en Estados
Unidos, según la cual solo se puede proteger «el fruto del
trabajo intelectual» que «se basa en el poder creativo de la mente». La misma
posición se mantiene en Europa, en donde el Tribunal de Justicia de la Unión
Europea defiende que el derecho de autor solo puede aplicarse a las obras
originales, las cuales vienen determinadas por la «creación intelectual propia
del autor»; es decir, que para que una obra esté protegida por el derecho de
autor este tiene que ser humano[15].
Este derecho, como se ha visto, no solo se pone en riesgo mediante la utilización (descargas, lecturas, consultas, etc.) de obras o creaciones sin que sus autores perciban remuneración alguna ni sean citados, sino también con el uso descontrolado de fragmentos, microfragmentos o rasgos identitarios de esas creaciones que los algoritmos de la IAG convierten en otra supuesta obra, dada como original, y cuya autoría se atribuye al usuario que indica determinados parámetros a una red neuronal artificial o, lo que es lo mismo, a una máquina. En este sentido, ¿estamos ante lo que Ortega denominó una «deshumanización del arte» pero desde otra óptica? Si su planteamiento partía del alejamiento de la creación artística (y, por tanto, poética) de las vanguardias del primer tercio del siglo XX respecto de la sociedad en general al tratarse, como hemos indicado antes, de estéticas intrincadas y poco accesibles al conocimiento de una mayoría de personas, la deshumanización del arte (y de la poesía) procede en la actualidad de otro hecho muy diferente que no concierne a la novedad estética ni al tema de la obra, sino a la forma en que se crea, su procedencia y, consecuentemente, a la autoría de la creación. La obra “creada” mediante la introducción de indicaciones en un software carece de la pulsión que está estrechamente relacionada con algo tan esencial como son las emociones propias del ser humano. La IAG no actúa como instrumento mediante el cual se canaliza esa emoción que deriva en poesía, como lo hace un bolígrafo o el teclado de un ordenador, sino que actúa autónomamente a partir de unos parámetros introducidos por un usuario; parámetros que lo que permiten es rediseñar emulando lo ya creado, pero nunca transmitiendo directamente la emoción que debe proceder del interior del cerebro humano, concretamente del sistema límbico, y que adquiere forma estética al llegar desde este al neocórtex (en donde se procesa la racionalidad) mediante la interrelación de ambas zonas. Que una máquina sustituya la creatividad del ser humano implica relegarlo a un lugar muy secundario ajeno a su propia naturaleza, lo cual plantea un problema ético de envergadura porque desde el punto de vista humanista habría que entender que la persona tiene que dirigir, desde sí misma, su vida y sus propias creaciones. La máquina (IAG) puede producir seudopoesía, pero nunca crear poesía. Y esto es extensivo al arte en general. Por tanto, además de la necesidad de una mayor regulación al respecto que cubra las lagunas legales existentes en la actualidad como consecuencia de la rapidez con la que estas tecnologías han emergido y de abordar su puesta en práctica para garantizar la efectividad de su cumplimiento, es imprescindible formular planteamientos desde una posición ética y humanista que se transmitan a una sociedad un tanto desinformada y desconcertada ante las continuas innovaciones técnicas que irrumpen abruptamente y que determinan, no solo la manera de gestionar la vida de las personas, sino también el arte y la creación literaria cuyos basamentos primordiales quedan al descubierto por fines ajenos a la misma. La máquina nunca podrá suplantar al ser humano en la creatividad porque, de lo contrario, se difuminaría el horizonte de la naturaleza de este, de la cual son intrínsecos los valores humanos como son la defensa de la identidad del ser, la verdad frente a la impostura o las necesarias fraternidad y justicia que frenen un materialismo depredador que de manera persistente busca los resquicios para imponerse y desestabilizar el rumbo de un mundo que se está viendo caótico en muchos frentes.
Como ha afirmado Sergio Barbero Briones,
investigador del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), en un
artículo referido a Max Born y la responsabilidad ética de la ciencia y de su
aplicación tecnológica:
La
influencia que la ciencia y la tecnología ejercen sobre nuestras vidas es cada
vez más notable. Por ello es fundamental que quienes trabajan en ciencia asuman
unos principios éticos. A pesar de esta acuciante necesidad muchas
son las carencias de la praxis deontológica en ciencia. De ahí que el
testimonio histórico de quienes guiaron su vida por unos criterios éticos sea
de inestimable valía en los tiempos actuales[16].
En el citado artículo
resalta la figura de Max Born, Premio Nobel de Física en 1954 otorgado por sus
estudios sobre la física cuántica y uno de los once científicos firmantes del
Manifiesto Russell-Einstein de 1955, que en plena Guerra Fría alertaba del peligro
que suponía (y supone también en la actualidad) para la supervivencia de la
especie humana la proliferación del armamento nuclear derivado de los avances
tecnológicos. Si bien el citado Manifiesto hay que contextualizarlo en una
época de enorme tensión bélica, política y económica mundial y que fue
gestándose a partir del lanzamiento de las bombas atómicas en Hiroshima y
Nagasaki en 1945, llama la atención una de las frases del mismo en la medida en
que un grupo de científicos entendía el progreso de la ciencia vinculado
siempre al de humanidad. La referida frase dice: «Tenemos ante nosotros, si
queremos, un progreso continuo en felicidad, conocimiento y sabiduría. (…)
Hacemos un llamamiento como seres humanos a los seres humanos: recuerda tu humanidad, y olvídate del resto»[17].
Barbero Briones, que
además de investigador ha sido biógrafo de Max Born, subraya cómo este
propugnaba la defensa de la ética en los avances científico-técnicos. Una de
las frases de Born que ha trascendido dice: «El amor es un poder tan fuerte como el átomo».
Al final de su vida,
Born escribió la siguiente reflexión que es extensiva al análisis que nos ocupa
en relación con la aplicación de la IA Generativa:
Pudiera
ser que los horrores políticos y militares así
como el total derrumbamiento de la ética, de todo lo cual he sido testigo a
lo largo de mi vida, no sean el síntoma de una debilidad social pasajera, sino
una consecuencia necesaria del desarrollo de la ciencia natural, la cual en
sí es uno de los mayores logros intelectuales de la humanidad. Si
verdaderamente esto es así, entonces el hombre como ser libre y responsable,
está acabado. Si la raza humana no desaparece a causa de una guerra con armas
nucleares, degenerará hasta ser una
manada de criaturas obtusas y tontas bajo la tiranía de dictadores, que la
dominarán con ayuda de máquinas y computadoras electrónicas[18].
Que la IA Generativa y todos los avances científico-técnicos que se están produciendo ofrecen innumerables ventajas para el progreso de la humanidad es indiscutible, pero nunca deberíamos alejarnos de la perspectiva ética y humanista en su implementación en la sociedad, de la misma manera que lo hizo científicos de la altura de Max Born o de Einstein. Por ello, deseo concluir este análisis con lo que Sergio Barbero Briones ha expresado sobre el primero de ellos:
Más
allá de sus contribuciones al conocimiento científico, su vida es un testimonio inestimable de la importancia
del sentido y el sentimiento ético en el quehacer científico y, por ende,
humano. Hombres como Born, o su admirado y querido Einstein, no solo
transformaron la forma de entender la naturaleza, sino también los valores éticos que acompañan a la ciencia[19].
En definitiva, la
creación poética y literaria, como la creación artística en general, no puede
ser objeto de intereses de toda índole que por un lado la banalicen y por otro
la conviertan en un producto más de consumo utilizado indiscriminadamente mediante
las nuevas tecnologías sin el consentimiento de su autor/a y, por tanto, con el
menosprecio hacia el trabajo creativo e intelectual de este/a. Ni tampoco debería
aplicarse el desarrollo tecnológico como la IA Generativa (con independencia de
los innumerables beneficios que proporciona) con el fin de llevar a cabo sin
una regulación efectiva una suplantación de la creatividad y de la capacidad intelectual
del ser humano porque, en ese caso, quedaría en entredicho la supremacía de
este sobre la máquina. Razón por la cual, desde una posición humanista, hay que
recordar lo que el Manifiesto Russell-Einstein sintetizó en aquella frase
dirigida a todos los habitantes del planeta y que, aun emitida en otro contexto
histórico, sigue siendo de actualidad: «recuerda
tu humanidad, y olvídate del resto».
[1]
Las denominaciones exactas de ambas jornadas son: “Reflexiones sobre el hecho
literario. La poesía en estos nuevos tiempos y transtiempos”, del día 19 de
septiembre de 2024, y “Reflexiones sobre el hecho literario. La poesía en estos
nuevos tiempos tecnológicos”, del día 26 del mismo mes y año.
[8] Remedios Sánchez García expone en la obra citada (p. 211) que el debate surgido sobre este tipo de poesía no habría tenido lugar si el mercado no hubiera legitimado canónicamente este tipo de creación y, en cambio, la hubiera catalogado desde el principio como un subgénero: el de la poesía juvenil.
[9] ASOCIACIÓN COLEGIAL DE ESCRITORES DE ESPAÑA (ACE). “Escritores y traductores demandan a gobierno y empresas un uso de la IAG que respete los derechos de autor”. Publicado en la web de ACE el 1/10/2024.
Recuperado desde: https://www.acescritores.com/escritores-y-traductores-demandan-a-gobierno-y-empresas-un-uso-de-la-iag-que-respete-los-derechos-de-autor/
Recuperado desde: https://www.acescritores.com/decalogo-del-consejo-europeo-de-escritores-ewc-sobre-inteligencia-artificial-generativa-iagy-derechos-de-autor/
Recuperado desde: https://www.wipo.int/wipo_magazine/es/2017/05/article_0003.html
Recuperado de: https://www.20minutos.es/ciencia/blogs/ciencia-para-llevar-csic/max-born-responsabilidad-etica-ciencia-5598264/
[18] BORN, M. y BORN, H. (1971). Ciencia y conciencia en la era atómica. Barcelona: Alianza, p. 71. Apud Revista Scholé - Tiempo libre. Tiempo de estudio (núm. 04, abril 2020): “Max Born. Reflexiones de un físico” (ISEP-Instituto Superior de Estudios Pedagógicos Argentina).
Recuperado de: https://schole.isep-cba.edu.ar/pdf/04/max-born.pdf
[19] BARBERO
BRIONES, SERGIO. “Max Born, el hombre que hizo a Dios jugar a los dados”, en Revista Española de Física (publicada
por Real Sociedad Española de Física) ,
abril-junio 2018, 32-2, p. 64
No hay comentarios:
Publicar un comentario